martes, 30 de abril de 2013

Codornices de mi madre


Hoy os voy a contar como hace las codornices mi madre, no sé si a vosotros os gustaran así, pero a mí es como más me gustan, dicen que la comida de tu madre es la mejor, y la verdad es que no será la mejor, pero es  la que has mamado y eso tira…
Lo primero necesitamos 6  buenas codornices, 2  cebollas dos o tres zanahorias, un chorrito de vino o algún licor, aceite y sal.
Recuerdo el día que me dijo:
—Beandel, me llevas al centro que estoy cansada y tengo que hacer unas compras. —de eso hace ya unos años, accedí de mala gana, mejor estaría en mi habitación oyendo música, o leyendo o simplemente tirado en la cama.
—Pero no te enrolles—le ladro.
Llegamos al centro y aparco –yo me quedo en el coche—digo. Ella se baja del coche, me doy cuenta que le cuesta un poco, me quedo mirándole mientras se aleja, va despacio y cojeando un poco. La miro bien, la veo distinta. Hace mucho que realmente no me fijaba en ella quizás, no puede ser, pienso: se ha hecho mayor… mi madre, siempre fuerte, protectora, siempre ahí para ayudarme, protegerme… y ahora cuando la veo alejarse veo una persona frágil… me invade una angustia que nunca había sentido hasta entonces.
A pesar de que efectivamente es mayor sigue haciendo las codornices estupendas.
Ella las hace en una cazuela de barro: corta las cebollas en juliana y la zanahoria en rodajas finas. Un chorrito de aceite, mete la cebolla y la zanahoria en la cazuela, y las codornices encima. Lo importante es pillar el punto al fuego, el fuego tiene que ser el adecuado, a mí no me salen tan bien, yo no pillo el punto. Es importante lo del fuego ya que una cuando están  los ingredientes en el fuego, tapa la cazuela y se va, deja que las codornices se hagan solas
Desde ese día que os he contado antes, los papeles fueron cambiando poco a poco, las dependencias se fueron invirtiendo… con el tiempo estos papeles se asumen y entran en la normalidad, no pasa nada, pero el día que te das cuenta… se acaba algo, pierdes algo, no se… puede que sean los últimos restos de tu infancia.
--de un día para otro te cambia la vida—me dijo Andrés, un día hablando de este tema.
--el accidente nos cambió la vida, mi padre completamente dependiente y mi madre superada…--se quedó pensativo un rato. Sus ojos se humedecieron, se notaba que la situación le superaba. —no sé qué hacer, no sabemos qué hacer, cada di que pasa la situación se agrava, y no debería, mi padre sigue igual y ahora que va al centro de día, mi madre puede descansar. Pero no, no descansa, no delega, tiene que controlar todo y no llaga y se enfada y todo está mal, según ella. —la cara de Andrés supuraba angustia, una angustia que dura meses y sabía que duraría más de lo que él creía poder aguantar. Más adelante me confeso que en algún momento, momentos de desesperación, había odiado sus padres.
Más de una vez he preguntado a mi madre como hace exactamente las codornices y ella siempre me dice que si las condiciones son las adecuadas, se hacen ellas solas. Yo he observado como las hace y creo que estas son las condiciones:
La primera es que la capa de cebolla y zanahoria del fondo de la cazuela sea la justa, ni muy delgada (se quemarían las codornices) ni muy espesa (no se dorarían) y el fuego ni muy fuerte (se quemarían) ni muy suave (se cocerían). Mi madre instintivamente, yo creo, controla todo esto y deja las codornices a su suerte, ellas mismas van soltando la grasa que necesitan y no dejan que la cebolla se queme, pero a su vez se dore bien, algo muy importante para que la salsa coja su color marrón. Pasados unos veinte minutos, más o menos,  se acerca y da la vuelta a las codornices, pasados otros veinte minutos le echa un poco de vino o licor, lo que pille. Lo deja un ratito pasa la salsa en el pasapuré y listo.
Y lo más curioso es que mientras tanto está haciendo tres o cuatro cosas, no creo que piense o planifique como hacer este plato ni un segundo, puede que el secreto sea en confiar en las codornices.

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