Hoy os voy a contar como hace las codornices mi madre, no sé
si a vosotros os gustaran así, pero a mí es como más me gustan, dicen que la
comida de tu madre es la mejor, y la verdad es que no será la mejor, pero es la que has mamado y eso tira…
Lo primero necesitamos 6
buenas codornices, 2 cebollas dos
o tres zanahorias, un chorrito de vino o algún licor, aceite y sal.
Recuerdo el día que me dijo:
—Beandel, me llevas al centro que estoy cansada y tengo que
hacer unas compras. —de eso hace ya unos años, accedí de mala gana, mejor
estaría en mi habitación oyendo música, o leyendo o simplemente tirado en la
cama.
—Pero no te enrolles—le ladro.
Llegamos al centro y aparco –yo me quedo en el coche—digo.
Ella se baja del coche, me doy cuenta que le cuesta un poco, me quedo mirándole
mientras se aleja, va despacio y cojeando un poco. La miro bien, la veo
distinta. Hace mucho que realmente no me fijaba en ella quizás, no puede ser,
pienso: se ha hecho mayor… mi madre, siempre fuerte, protectora, siempre ahí
para ayudarme, protegerme… y ahora cuando la veo alejarse veo una persona frágil…
me invade una angustia que nunca había sentido hasta entonces.
A pesar de que efectivamente es mayor sigue haciendo las
codornices estupendas.
Ella las hace en una cazuela de barro: corta las cebollas en
juliana y la zanahoria en rodajas finas. Un chorrito de aceite, mete la cebolla
y la zanahoria en la cazuela, y las codornices encima. Lo importante es pillar
el punto al fuego, el fuego tiene que ser el adecuado, a mí no me salen tan
bien, yo no pillo el punto. Es importante lo del fuego ya que una cuando están los ingredientes en el fuego, tapa la cazuela
y se va, deja que las codornices se hagan solas
Desde ese día que os he contado antes, los papeles fueron cambiando
poco a poco, las dependencias se fueron invirtiendo… con el tiempo estos
papeles se asumen y entran en la normalidad, no pasa nada, pero el día que te
das cuenta… se acaba algo, pierdes algo, no se… puede que sean los últimos
restos de tu infancia.
--de un día para otro te cambia la vida—me dijo Andrés, un día
hablando de este tema.
--el accidente nos cambió la vida, mi padre completamente
dependiente y mi madre superada…--se quedó pensativo un rato. Sus ojos se
humedecieron, se notaba que la situación le superaba. —no sé qué hacer, no
sabemos qué hacer, cada di que pasa la situación se agrava, y no debería, mi
padre sigue igual y ahora que va al centro de día, mi madre puede descansar.
Pero no, no descansa, no delega, tiene que controlar todo y no llaga y se
enfada y todo está mal, según ella. —la cara de Andrés supuraba angustia, una
angustia que dura meses y sabía que duraría más de lo que él creía poder
aguantar. Más adelante me confeso que en algún momento, momentos de desesperación,
había odiado sus padres.
Más de una vez he preguntado a mi madre como hace
exactamente las codornices y ella siempre me dice que si las condiciones son las
adecuadas, se hacen ellas solas. Yo he observado como las hace y creo que estas
son las condiciones:
La primera es que la capa de cebolla y zanahoria del fondo
de la cazuela sea la justa, ni muy delgada (se quemarían las codornices) ni muy
espesa (no se dorarían) y el fuego ni muy fuerte (se quemarían) ni muy suave
(se cocerían). Mi madre instintivamente, yo creo, controla todo esto y deja las
codornices a su suerte, ellas mismas van soltando la grasa que necesitan y no
dejan que la cebolla se queme, pero a su vez se dore bien, algo muy importante
para que la salsa coja su color marrón. Pasados unos veinte minutos, más o
menos, se acerca y da la vuelta a las
codornices, pasados otros veinte minutos le echa un poco de vino o licor, lo
que pille. Lo deja un ratito pasa la salsa en el pasapuré y listo.
Y lo más curioso es que mientras tanto está haciendo tres o
cuatro cosas, no creo que piense o planifique como hacer este plato ni un
segundo, puede que el secreto sea en confiar en las codornices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario